Aún estoy consternada después de conocer el suicidio de un niño de 11 años por acoso escolar.
Dejo una carta a sus padres diciendo que ese era el único modo de no tener que ir al colegio.
Siento pena, mucha pena pero sobre todo rabia, no se que clase de sociedad estamos creando, donde unos niños, que supuestamente de en ser seres inocentes son capaces de llevar a otro niño a una situación tan límite como es quitarse la vida.
Tal vez deberíamos preocuparnos más por hablar y escuchar a los niños, menos regalos materiales y más cariño, más valores, más principios y más tiempo con ellos. Menos tecnología y más juegos compartidos, noches de cuentos a los pies de la cama, más cosquillas y caricias.
A veces un niño sólo necesita que le digas un te quiero a tiempo, un cuéntame que te pasa, o una pregunta sobre como le fue el día.
Los adultos estamos tan inmersos en una espiral que los arrastramos a ellos.
El acoso escolar ha existido siempre, en casi todas las aulas ha habido algún compañero al que se han sacado motes por ser grueso, por tener orejas de soplillo o por que tartamudeaba, pero todo se arreglaba con un abrazo en el patio del colegio.
Ahora algunos niños odian salir al patio porque es donde se sienten desprotegidos frente a sus agresores.
No es justo que niños de corta edad tengan que conocer tan pronto lo dura, cruel y difícil que pueda llegar a ser la vida.
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